Por la noche ese mismo día, el lunes, fue cuando Max, Klaus, Anne, Andrea y Michael empezaron a aprender español, aunque no en clase si no en la fiesta de bienvenida con paella incluida que el centro organizó en su honor y que se prolongó durante varias horas. Los alumnos de iniciación y otros más veteranos empezaron a comunicarse entre sí en primario español. Sin embargo, no hubo problemas de comunicación, hay que ver lo que une una fiesta.

Las cuatro horas lectivas del martes se complementaron con una clase práctica de cocina en la que los alumnos de iniciación y otros de cursos superiores aprendieron a hacer un gazpacho, que si bien desató pasiones entre algunos no fue del agrado de todos. “Creo que es un poco fuerte para un inglés, por lo del ajo”, pensó Max. De todas formas ese gazpacho les dio fuerza para empezar una visita guiada por el centro de la ciudad, que se prolongó durante varias horas. El impresionante casco histórico fue lo que más impresionó a Max y a sus compañeros en ese primer contacto con la ciudad.

El miércoles, fue un día un poco más relajado ya que tras las cuatro horas de clase de la mañana, se fueron todos al Museo Nacional de Cerámica. “Interesante…” para Max. El jueves, a las cuatro horas de español, le siguió una clase de Cultura en donde se hablo sobre las Hogueras de San Juan de Alicante, le resultó un poco difícil, aunque no se desanimó porque, como buen futbolero, esperaba con impaciencia la salida nocturna en la que iban todos juntos a ver un partido de la UEFA que enfrentaba al Valencia con un equipo portugués, el Marítimo de Madeira que, por cierto, terminó con la victoria de los valencianistas.

El viernes volvió a ser relajado por la mañana, todos hicieron en clase un balance de la semana y otra prueba de nivel. Sin embargo, la actividad preparada de esa tarde, tiene buena pinta para los cinco novatos que sólo llevan una semana: salida nocturna a una bodega con cena incluida. Otra vez se cumplen las previsiones y para Max y sus colegas ya está claro que en España la fiesta une. Aunque la cena acabó tarde, al día siguiente nadie quiso perderse la excursión a Peñíscola situada al norte de Castellón, cuya visita les ocupó la mayor parte del día. La vuelta en autobús sirvió para echar una cabezadita y para hacer planes para esa noche. Aunque en esta ocasión fueron por libre y aunque todavía no dominaban ni la ciudad ni el idioma, con las indicaciones que ya poseían, la noche fue larga, cansada y perfecta.

Por fin domingo, un día libre y de relax. Hay que descansar porque mañana todo empieza de nuevo, con los compañeros con los que ya ha empezado a hablar en español, con otros nuevos que le considerarán un veterano, con lo profesores organizadores de actividades, excursiones y salidas. Tres semanas después, Max era ya un verdadero veterano capaz de desenvolverse con soltura en un español relativamente bueno. Cansado, triste pero feliz y a punto de tomar el avión de vuelta a Holanda se dirigió a su amigo, el mismo que le recogió a su llegada y le dijo en perfecto español: “Esto es una amenaza, que se prepare la Comunidad Valenciana que volveré el año que viene”.